viernes, 18 de noviembre de 2016

Aplanamiento afectivo

Toda la valoración de la esfera afectiva de un "paciente" la hacemos con nuestra propia esfera emocional, a pesar de lo que podamos pensar después de tanta (de)formación psicopatológica.

El llamado "aplanamiento afectivo" puede ser entendido como una defensa comprensible ante las relaciones interpersonales potencialmente dañinas (a parte de un claro efecto secundario de las drogas neurolépticas).

El hecho de que al estar en contacto con alguien que se defiende así reaccionemos como si fuera un síntoma de alguna supuesta enfermedad que le aleja de nosotros, alejándonos a nosotros de él, provoca un aumento en la intensidad de dicha defensa. Sería algo así como dar una capa más de cemento al muro que nos separa. Un muro construido multidireccionalmente y que no dejamos de engordar con nuestra ideología psicopatológica.

En este sentido, nuestra profesión es una permanente proyección de adjetivos y valoraciones personales que son aplicables directamente a nosotras mismas en cuanto personas. Estamos radicalmente aplanados afectivamente en nuestro contacto con las personas para las cuales trabajamos. Y nos defendemos así de nuestra impotencia, nuestro desconocimiento y nuestro gran y oculto miedo.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Mi psicopato(a)logía, parte I


(Texto de un correo publicado en el grupo de Tejiendo Redes en Salud Mental)

"Os he ido leyendo en este último hilo...removido, removiéndose, retorciéndose algo, como el mundo que tenemos entre manos, algo convulsiona, no sé si muere o palpita, me retuerzo mientras retuerzo la imagen de este mundo que tanto me ha hecho sufrir y tanto me ha dado.

Ya no recuerdo el momento en que mirar por la ventana de mi casa era intentar huir de un infierno donde nadie podía estar por nadie porque había demasiado daño. Mirar el cielo, vivía en el último piso, mirar el vuelo de las gaviotas, fantasear con otro lugar, con otro mundo, otra familia, donde el daño desapareciera...no el dolor, el daño, ese daño que viene dado por la estructura dañina en la cual nos toca relacionarnos, o más bien, hacer que nos relacionamos mientras toneladas de soledad nos inundan las ganas, nos aplastan lo poco humano que no ha podido ser enterrado. Y mi forma de huir fue volverme hipermaduro y servicial por fuera, coger -porque también me lo dieron- el papel de salvador, mediador, calmador, de la familia, a mi, el más pequeño de todxs, que locura. La violencia vivida en mi familia, la desgarradora soledad, aliviada gracias a un hermano mayor que hizo de padre, amigo, como pudo, mientras pudo, una madre luchadora, hicieron quizá que no me rompiera en añicos. Sobreviví con mis fantasías, incluso durante una época (creo que sobre los 12 años y coincidiendo con la separación con mi hermano, que se fue fuera a estudiar y no lo vi durante más de un año) creía que era la reencarnación de jesucristo, algún papel especial tenía destinado, sensaciones extrañas me hacían percibir cambios en mi y el mundo que me hacían saber sobre eso especial que tenía dentro esperando precipitarse sobre el mundo...(creo que mi formación en una escuela de jesuitas tuvo algo que ver, con eso y también con mí ateísmo férreo actual) Tuve suerte, mi familia "se rompió" más adelante y eso fue curativo, pude irme a estudiar fuera: Medicina, iluso de mi, en mi delirio oculto quería descubrir la vacuna del sida, o algo por el estilo, vamos, salvar el mundo, nada menos. Me topé con un muro, un duro golpe, cadáveres y más cadáveres. Deshumanización. Absurdo. Sadismo escondido tras las ansias de aprender sobre "el cuerpo humano". Dónde estaban las personas, el sufrimiento, el dolor más humano, el acompañamiento, el abrazo, dónde el alma. En una de mis primeras clases escuché de un profesor: "Sois la élite de la sociedad"...En los más de 6 años que me costó sacarme la carrera (no sólo el sudor trabajando de mi madre para costearla, el sudor de mi culpa por no darlo todo para sacarla, también el sudor de no entender nada y morirme de rabia), casi no volví por clase, siempre en la frontera de abandonar y marcharme. Demasiado enaltecimiento del yo, de la clase médica, del saber, demasiado hedor a poder, demasiada falta de sensibilidad hacia el otro...humano, demasiado humano. Al menos esa fue mi experiencia. Y siguió siendo así cuando entré en el mundo de la psiquiatría. Empeoró, de hecho. Porque lo que supuestamente tendría que ser por fin ese contacto, esa sensibilidad, esa empatía radical hacia el otro, hacia los otros, esos otros yoes atrapados también en sus daños, en sus soledades, era más cadáveres y más ocultamiento, más distancia, más locura...

Al final, tan solo quedamos las personas, que no somos más que niños desvalidos, atemorizados, deseosos de ser vistos, de ser escuchados, de ser queridos...Una de las cosas que más me cuesta es sentir que puedo ser querido, que soy valioso por lo que soy, que me merezco el amor que me dan otros, demasiado defendido he tenido que crecer, demasiado protegido. Quiero buscar mi centro, aprender que mis emociones son importantes, aprender a descubrirlas primero, todo un reto, todo enterrado en los deseos de los otros, en un tremendo miedo a la reacción de los otros, a su agresividad, a su abandono...y  quiero aprender a darles espacio, y saber que tengo el derecho a expresarlas sin miedo a ser censurado, o mejor, más allá del miedo que me da sentirme rechazado...

Al final, cuando cada día me pongo, investido con mi rol de psiquiatra, delante de otra persona que está sufriendo - qué más da los nombres que le hayan querido dar o le quieran dar desde el lenguaje profesional, tenemos que construirnos nuestros lenguajes, en cada encuentro con nosotros mismxs, en cada encuentro entre personas-, ya solo puedo sentir, como puedo, con esa o esxs otrxs, ser testigo de su vida y hacerles partícipes de mi vida y mi ser en la medida que siento será saludable para ambos. Y abrazos... Que siento que a veces es lo único que podemos "darnos" las personas, atención, respeto, amor y abrazos...

El resto, el supuesto conocimiento, el supuesto saber, las poses terapéuticas, sean cuales sean, creo que son tan solo formas de protegernos de estar ahí y sentir, solo eso, porque eso quema, duele, ahoga, interroga, rompe, destruye imágenes e identidades, y te deja solo ante ti mismo y el absurdo humano en el que vivimos hoy en día. Y ese sobrante nos eleva en una verticalidad, a veces claramente fascista, a veces sutilmente invisible, por encima del otro. La horizontalidad, para mi, es saberme, sentirme y vivirme igual al otro, a los otros, y creer firmemente que el conocimiento y la salud la construimos entre todxs, la luchamos entre todxs...o no habrá salud para nadie.

Y la química...es química. Todo son drogas (todas son drogas, legales, ilegales, recetadas...). Productos más o menos naturales, más o menos sintéticos, más o menos manufacturados, más o menos cargados simbólicamente. No son la solución para ningún problema y la mayor parte de las veces, cuando se perpetua su consumo, pueden ser más parte del problema y un problema en sí mismas (eso vale para todas las substancias, no creo que tomar café cada día me esté resultando muy positivo, pero estoy muy enganchado, todo el tabaco que he fumado me ha jodido los pulmones, he sido consumidor crónico de cánnabis y lo he usado más bien como sedante emocional, también he tenido temporadas de consumo intenso de alcohol, también con funciones ansiolíticas y anestesiantes, etc.) Y el conocimiento que pueden tener los psiquiatras sobre la dinámica de dichas químicas en el cuerpo de cada cual, es realmente minúsculo, e inútil totalmente cuando no se cuenta con la experiencia de la persona que las está tomando. Yo creo que tenemos que ser libres para usar las drogas que queramos, como queramos, con la información completa y veraz sobre lo que son, las funciones, los posibles beneficios y posibles riesgos. Así, mi papel, que muchas veces nos hace reír mientras trabajo es que soy un simple camello de la industria farmacéutica. La psiquiatría, en su raíz, actualmente, no tiene otra tarea diferencial más que proveer a la población de drogas para compensar y ocultar la gran debacle social que vivimos en estos días.

Por eso me sale deciros a las personas que esperáis de los profesionales soluciones...que busquéis otros caminos, buscar conexiones en otros lugares, o con profesionales pero como personas, más allá de los roles terapéuticos. Protestad por las vías que tengáis, usad nuevas herramientas para haceros oír y poder compartir sobre los que os daña, sobre lo que os ayudaría... Quizás ahora que la convención de la ONU va cogiendo arranque, las voluntades vitales anticipadas, no sé... Participar en grupos, compartir, crear grupos, sumarse a iniciativas. Hace no mucho tiempo creía que solo podía con todo y que no necesitaba a nadie. Un día me di una hostia tremenda y algo cambió en mi. Cada día me doy más cuenta de lo necesitado que estoy, de lo que nos necesitamos las personas, y de lo maravilloso que es poder ir encontrándose con otros.

Me ayuda y siempre lo ha hecho la naturaleza, me siento profundamente conectado con ella, profundizar en esta conexión me da una conexión con tierra que me ha mantenido con vida. Aprender a llorar, qué difícil joder, conectarme con mi fragilidad, sobre todo cuando me siento muy enfadado y rabioso, y llorar, conectarme con ese niño dañado y necesitado. Sudar, descargar energía con el movimiento me alivia mucho, sobre todo subir montañas! Y lo que más me ha ayudado y me ayuda es no sentirme solo, conectarme con personas con las que poder construir un futuro mejor para mis hijos y todxs los niñxs del mundo y los que vendrán, para que el daño se vaya minimizando, amortiguando y por qué no, podamos construir entre todxs un mundo justo donde todo esto que vivimos forme parte de la historia oscura de la humanidad, ese tiempo en que el hombre tenía miedo del hombre y moría por el hombre.

Me siento afortunado de haber llegado hasta aquí, de poder participar en un grupo como este, donde he podido encontrar personas que me han hecho sentir mejor conmigo mismo, con mi profesión y con el mundo. Experiencias que me transforman como persona y que espero seguir pudiendo compartir. Experiencias de horizontalidad real, de construcción colectiva. Soy tremendamente optimista por eso, y siento burbujear el campo social.

Gracias a todxs por compartir vuestras experiencias, me siento muy agradecido.

Un abrazo fraternal para todxs y mucha salud!!

Iago"


jueves, 20 de octubre de 2016

El juego del huevo y la gallina

El yo que cada una de nosotras cree que somos, ¿qué es?

¿Una constante intrínseca? 
o
¿una variable extrínseca?

Sería algo así como plantearse, simplemente, quién es sujeto y quién predicado en la gramática de las relaciones interpersonales.

¿Es el yo un sujeto del grupo o un predicado del mismo?

¿o las dos cosas a la vez?


¿El yo es sujeto de una relación o predicado de la misma?

¿Dónde empiezo yo y dónde comienza el otro?

¿Existe algo llamado yo a parte de nosotras?

¿un eterno movimiento?


¿Qué fue antes?

Hospitales úteros


Los hospitales tendrían que funcionar como úteros desarrollados por la técnica de un espacio humano
construido por personas-grupo, que se encargarían de restablecer el equilibrio de la persona, de su
existencia, de su cuerpo, de su grupo y de la sociedad global.

martes, 18 de octubre de 2016

Psicopatología, por David Cooper

"No existen los problemas psicopatológicos; y psicopatología debe considerarse como la más obscena de las palabras, precisamente en razón de su no reconocimiento del amor"

lunes, 17 de octubre de 2016

Paradojas paradojas

Seguir creyendo que existen los pacientes, compartir esa creencia como una realidad creando realidad, es la mayor paradoja que tenemos que enfrentar como profesionales.

Sólo hay yoes y otros yoes, grupos de personas en constante interacción, en un interjuego caleidoscópico  de dinámicas y relaciones de poder y de flujo de informaciones, de afectos, y de flujos corporales.

Cuando deja de existir la enfermedad mental, tan solo quedamos unas y otras mirándonos a los ojos y preguntándonos,

¿qué hacemos aquí?

 ¿qué está pasando?

¿Y ahora qué?

sábado, 15 de octubre de 2016

MAS(Mental): Médico asalariado de salud (mental)

Como un ejército de mercenarios
pagados para acallar el latente
pulsátil
  a veces explosivo
dolor social

Soy un médico
asalariado
de salud mental

Un psiquiatra redomado
a golpes de felpudo me defiendo
con tontos aforismos
para buscarme nombres
para asirme
entre tanta locura de mundo
de vidas de seres
que vagamos
en expediciones milenarias
a través de unos latidos
de universo

Como un ejército de expendedores
de substancias psicoactivas
consiguiendo transformar
  controlar
los sentidos de las cosas
los estados de las mentes

Y también de estar presente en tantas vidas
en tantas y tantas vidas dañadas
heridas a lo largo de la historia




miércoles, 12 de octubre de 2016

Psicopatía psiquiátrica

En las instituciones de salud mental está de moda eso de coordinarse. Conceptos como continuidad de cuidados, interdisciplinar, multidisciplinar, reuniones de equipo, ...inundan las bocas de muchos profesionales de atención directa y de todos los cargos directivos de turno.

Las intenciones, las mejores. Por muy capullas que podamos llegar a ser las personas, poca gente desea realmente mal a otras personas y abusa de su poder con mala conciencia de si mismo. Es pura supervivencia psicológica. Cada una pensamos que estamos haciendo lo mejor que podemos hacer en ese momento. ¿Siempre es así? Esa pregunta tan solo podemos respondérnosla cada una de nosotras, en cada situación vivida.

Pero la realidad diaria de las coordinaciones entre servicios, y de las llamadas reuniones de equipo, también está cargada de vivencias de personas, de grupos, de emociones y de relaciones de poder.

A lo largo de mis casi 13 años como residente de psiquiatría y psiquiatra después, he vivido interminables reuniones de personas y de equipos, coordinaciones de servicios, instituciones diferentes...He llegado a escuchar cosas increíbles.

Creo que si todas las personas que trabajamos como asalariadas en salud mental fuéramos conscientes de lo que ocurre cada minuto en esos servicios e instituciones, de lo que hablamos de las personas diagnosticadas/bles, cómo hablamos, qué vivencia tenemos respecto de lo que son y de nuestras relaciones con ellas, conscientes de las pirámides de poder que condicionan esas mismas relaciones...Si algo así pasara, ¿qué pasaría?

Hay días que salgo del trabajo y siento que mi profesión es pura psicopatía, psicopatía psiquiátrica.



Hoy enciendo una vela por una persona que murió y vivió de una forma silenciosa. La pena da mucha rabia.

jueves, 6 de octubre de 2016

Psicopatología laboral

Empiezo a sospechar un complot.

Cada día, literalmente, aumenta el número de personas que llegan a consulta con quejas relacionadas con el trabajo. Porque no lo tienen y eso les deja en situaciones muy precarias. Porque lo tienen en condiciones tan precarias que es como si no lo tuvieran, y también, de una forma terriblemente silenciosa, por la existencia de ambientes laborales intoxicados, abusos de poder, odiosas jerarquizaciones y rigidificaciones de las relaciones, horarios, rutinas inhumanas...

La salud emocional y física de las comunidades está directamente relacionada con estas condiciones laborales, y estas, directamente relacionadas con la situación sociopolítica de dicha comunidad.

Pero a mi consulta llegan personas en estado de sufrimiento. Intentan encontrar los resortes legales e institucionales que les den soporte, les defiendan, les acompañen en esas situaciones.

¿Y qué encuentran?

Estructuras sin capacidad de acción, por múltiples razones: Servicios de Prevención, Mutuas, Sistema de Seguridad Social, Sindicatos, Sistemas Judiciales, y diversas estructuras sociosanitarias, entre las que me encuentro. Van rebotando en medio de un caos en el que cada uno va empujando hacia otro lado y muchos, acaban goteando, incesantemente en las consultas de psicología y psiquiatría de todo el sistema.

¿Y yo qué puedo hacer?

Indignarme por la inoperancia de los sistemas actuales. Hacer informes que expresen esta relación con el sufrimiento de las personas.

Desculpabilizar a la gente que acaba pensando que el problema son ellos, sus "capacidades" (para adaptarse, para desconectar, para resistir, para defenderse, para aguantar, para sobrevivir...).

Preguntarme que está pasando. Es sospechoso que tenga que ir viendo, día tras día, de una en una, encerrado en un despacho de donde nada puede salir, a todas las personas que tienen el mismo problema y que no tienen que ver con ellas más que por la afectación que sufren por pertenecer al sistema que pertenecen.

No me preocupan en absoluto los genes. Me preocupa el estado emocional de las personas. Y el asunto laboral es de extrema importancia. Todavía estamos a años luz de aplicar lo que ya sabemos que son condiciones laborales y ambientes laborales saludables.

Mientras mi profesión continua llevando al extremo por algún lado su obsesión biologicista, mecanicista, tecnicista...continuamos individualizando graves problemas sociales que quedan como en sordina por nuestra delirante estructura diagnóstica y terapéutica.

Dopamos el malestar social. Drogas para proteger al sistema. Drogas para ahogar las señales de alarma que damos cada día las personas y nuestros sufrimientos en miles de consultas de salud mental de todo el mundo occidentalizado. Drogas para seguir tragando. Drogas para seguir aguantando. Drogas para silenciar, y para silenciarnos.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Psiquiatría de mis amores

El trabajo de psiquiatra siempre me ha resultado conflictivo en si mismo.

Mi rol me obliga a estar en contacto con personas, familias o grupos de personas, en estados de sufrimiento, a veces extremo, y en muchas ocasiones, el sistema para el cual trabajo, me obliga a realizar acciones que pueden provocar más sufrimiento a estas personas; o impide/dificulta acciones que podrían mejorar la situación de las mismas.

El sistema psiquiátrico comienza a desmoronarse desde sus cimientos, si es que alguna vez existió algo parecido. La dominación del aparato biomédico está tocado en sus puntos fundamentales. No hay "causas" biológicas del sufrimiento psíquico. Los tratamientos farmacológicos que usamos los psiquiatras son drogas con efectos peligrosos que no "curan" absolutamente nada, y que tienen que ser usadas lo mínimo posible, el mínimo tiempo posible y sin depositar en ellas absolutamente ninguna esperanza de salud. Tan solo como substancias químicas con una funcionalidad potencial concreta, en una situación determinada.

El resto: proceso humano, proceso social, proceso político.

No sé hacia dónde va la psiquiatría ni hacia dónde sería mejor que fuera. Sólo se que, actualmente, mi profesión, con la que estoy reconciliado desde muy reciente fecha, produce muchos más daños que beneficios y, como cada día intento transmitir a la gente con la que trabajo, hay que intentar alejarse lo más posible de ella y buscar procesos de salud en otros lugares de la comunidad.