miércoles, 5 de octubre de 2016

Psiquiatría de mis amores

El trabajo de psiquiatra siempre me ha resultado conflictivo en si mismo.

Mi rol me obliga a estar en contacto con personas, familias o grupos de personas, en estados de sufrimiento, a veces extremo, y en muchas ocasiones, el sistema para el cual trabajo, me obliga a realizar acciones que pueden provocar más sufrimiento a estas personas; o impide/dificulta acciones que podrían mejorar la situación de las mismas.

El sistema psiquiátrico comienza a desmoronarse desde sus cimientos, si es que alguna vez existió algo parecido. La dominación del aparato biomédico está tocado en sus puntos fundamentales. No hay "causas" biológicas del sufrimiento psíquico. Los tratamientos farmacológicos que usamos los psiquiatras son drogas con efectos peligrosos que no "curan" absolutamente nada, y que tienen que ser usadas lo mínimo posible, el mínimo tiempo posible y sin depositar en ellas absolutamente ninguna esperanza de salud. Tan solo como substancias químicas con una funcionalidad potencial concreta, en una situación determinada.

El resto: proceso humano, proceso social, proceso político.

No sé hacia dónde va la psiquiatría ni hacia dónde sería mejor que fuera. Sólo se que, actualmente, mi profesión, con la que estoy reconciliado desde muy reciente fecha, produce muchos más daños que beneficios y, como cada día intento transmitir a la gente con la que trabajo, hay que intentar alejarse lo más posible de ella y buscar procesos de salud en otros lugares de la comunidad.

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