viernes, 8 de agosto de 2014

“Todo cambio pasa por el grupo”

En las instituciones, en este caso concreto una institución sanitaria de salud mental, los grupos humanos de trabajo se dividen en función de sus tareas, que suele ser la atención de una demanda con unas características particulares (personas que requieren hospitalización, personas en el ámbito ambulatorio, población infanto-juvenil, personas mayores de 65 años con síndromes demenciales, personas con problemática de tóxicos, etc.). La demanda global: atender la salud mental de la población, se fragmenta en diferentes demandas de forma arbitrariamente consensuada y variable según el lugar, creándose equipos de personas –agrupamientos en camino del grupo- que se encargan de organizar su tarea concreta con la demanda concreta que tienen que atender.

Y estos agrupamientos-grupo, conforme a la cultura actual de nuestras sociedades, se organizan según pirámides jerárquicas de poder (responsabilidad), donde una sola persona se encarga de coordinar un grupo de personas concretas. Esta persona, a su vez, forma parte de otro agrupamiento-grupo (los coordinadores del resto de los servicios), en el que existe otra persona encargada de coordinarlos y éste último, a su vez, forma parte de otro grupo dirigente de la institución (el proceso sigue hasta llegar a estratos cada vez más macropolíticos).

En este pequeño esquema sucede todo, y la mayor parte de las veces no sucede nada. Si han de cambiar las cosas – porque el cambio es una palabra en boca de todos en una institución y la queja del status quo es el pan nuestro de cada desayuno- ha de ser grupalmente, atravesando la insolidaria solitud del agrupamiento para llegar al grupo.

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