lunes, 14 de julio de 2014

Sobre el orden psiquiátrico

Sobre el orden y los ordenamientos, sobre las órdenes y las ordenadas sin co-, coordenadas de un sistema que condensa, junto con las cárceles, todo el material que es negado, escindido, disociado, en fin, temido, de nuestras relaciones como hombres y en cuanto especie, algo así como el agujero negro de nosotros mismos.
En cada red de salud mental existen dispositivos que organizan la relación con la población y el resto de las instituciones con las que toma contacto, dispositivos encarnados en personas-roles, dispositivos interelacionados a través de éstas, interelaciones de dispositivos expresadas en claves teatrales de personas.
Los delirios forman parte de la misma escena, y escindir la escena se convierte en la defensa de un sistema al que no le interesa contener y digerir ciertos aspectos de sí misma, principalmente porque el capital se vería destruido, y el capital, esa plusvalía onanista en manos de unos pocos, es como un adicto a cualquier objeto-sustancia que no va a permitir fácilmente el cambio.
Escenas, teatros, historias, contextos, coordenadas donde perderse entre tanto ordenamiento ordenado, órdenes y mandos que estructuran jerarquías, pirámides de poder que aplastan toneladas de hombres bajo piedras, convicciones, consignas, hechas paces y peces para todos.
El magma social se petrifica en el lenguaje escrito, en los diagnósticos creadores de realidad que se hace perenne, inmutable en su absolutismo. El fascismo de la palabra y de la imagen, un manto neblinoso para pera el pensamiento, que consiste precisamente en deshacer y rehacer constantemente las palabras, las frases, las letras mismas para crear nuevos pensamientos que en un futuro tendrán que digerir se a sí mismos. En este sentido, la realidad del conocimiento psiquiátrico-psicológico es un delirio socialmente construido y aceptado como verdad que ejerce de contramuro para esoso otros delirios, no menos verdaderos,de los llamados pacientes que se encuentran atrapados en ellos, haciéndose cargo de las fallas de un sistema tan totalitario como invisible.
Y al final, funestamente, lo que quedan no son ni cenizas, tan sólo moléculas formando parte de un todo del que nos hemos olvidado por pensar, por nuestro lenguaje  soberbiamente estúpido. Y tanto por sentir. Tanto que no llega, pero que se nos presenta a horcajadas con cada "paciente-sistema-síntoma" , con cada efervescencia social que rápidamente acallamos con nuestra cínica química apalabrada con el poder, esa curvatura invisible que nos devora aplanando nuestras relaciones humanas, que ya no alcanzan...

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