martes, 15 de julio de 2014

Sobre la grupalidad

I
Cada vez tengo menos claro qué soy como individuo. Cada vez veo más claro que soy grupo.

II
La primera, la segunda y la tercera persona del singular, son una reducción de la primera, la segunda y la tercera persona del plural. Y éstas no son más que una refracción surgida del prisma de la subjetividad.

III
¿Quién soy yo?, preguntó él. ¿Quién eres tú?, pregunto yo. Pregúntame quién soy y te diré quién eres. Pregúntate quién eres y te diré quién soy. Él, tú, yo, tú, él.

IV
Vivimos la limitada experiencia de la individualidad, alejados de la experiencia de la grupalidad. El soy no es más que una de las múltiples refracciones del somos, estructura básica que hemos de recuperar.

V
El mayor problema a la hora de pensar la grupalidad surge cuando el individualismo, forjado tenazmente en Occidente desde hace siglos se resiste a diluirse, y esta dificultad se exacerba por la excesiva importancia dada al cuerpo (en esa perenne oscilación alma-cuerpo-alma-cuerpo...), como cosa, como objeto, que va aparejado con un intenso miedo a la muerte. Todas estas dificultades pueden irse atenuando pensando en que la muerte de los cuerpos prácticamente no altera las dinámicas de la grupalidad que somos, una grupalidad que nos precede y nos continúa, engullendo nuestras vanidosas individualidades en esa trama gigantesca y enigmática que avanza ciega a través de la historia del hombre.

VI
Si la realidad construida por un grupo humano es siempre intersubjetiva, esto implica que tal realidad es una función de probabilidad, en cambio constante y con múltiples focos de significación. Cómo se articula esto y cómo dicha articulación genera cambios en esa realidad es todavía un proceso casi totalmente desconocido. Que la realidad es un constructor interpersonal resulta un concepto vago y poco concreto que tenemos que explorar conjuntamente, no sólo con experiencias grupales de laboratorio, sino grupalmente.

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